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La gargola suicida

Leyendas.

 

22/10/ 15

Cinthya Olvera.

 

Existen un sin fin de leyendas alrededor de la bella ciudad de Querétaro. Una de ellas narra la historia de un joven enamorado y un terrible accidente.

Alrededor de 1745 una acaudalada familia se mudó frente al recién construido templo de San Agustín. El matrimonio sólo tenía una hija, pero con ella les bastaba, vivían tranquilos y felices.

 

La joven era muy callada, además de muy hermosa. Disfrutaba contemplar cada espacio y esquina del templo frente a su casa desde la ventana de su habitación, la cual contaba con un balcón en el que colocaba una modesta silla para estar más cómoda mientras miraba la construcción y de vez en cuando a la gente que caminaba por la calle. Pero admirar la construcción no era su única actividad, por lo que después de algunos minutos sentada en el balcón, la joven entraba a su habitación y cerraba la ventana para poder así realizar sus demás tareas.

 

Ésta era su rutina de todos los días, hasta que un día mientras ella abría su ventana y se disponía a sentarse para tomar el aire y admirar un poco del mundo exterior, se percató de que alguien la miraba desde el pórtico de la iglesia, era un apuesto joven que parecía deslumbrado con la belleza de aquella mujer en la ventana; por otra parte ella se puso muy nerviosa y ese día decidió terminar antes de tiempo su estadía en el balcón y abruptamente entró a su habitación.

 

Día tras día el joven estaba frente a su balcón, como si se tratara de una cita y aunque a la joven le llamaba la atención aquel enamorado, poco demostraba emoción, había ocasiones en las que él se acercaba para declararle su amor pero ella se cubría el rostro con un fino y delicado pañuelo de encaje blanco y se retiraba.

 

Un día, el joven hombre ya no aguantó la desesperación por la incertidumbre y se acercó nuevamente al balcón de su amada y le dijo que ya no iría a buscarla más, que subiría hasta lo más alto de aquella iglesia y treparía hasta la gárgola y, si ella no salía agitando su pañuelo para pedirle que fuera hasta ella, él se lanzaría al vacío al no ser capaz de obtener su amor. Desconcertada entró a su habitación.

Pensando en las palabras pronunciadas por aquel desesperado enamorado fue incapaz de dormir.  Ansiosa esperaba que amaneciera y contaba las horas para llegar a aquella cita que sin querer había quedado pactada cada día.

 

Por fin la hora de la verdad: ella corrió hasta el balcón para buscar al joven, quien ya se encontraba en lo alto de la iglesia tambaleándose para no caer. La joven ahogo su grito y desesperada buscó aquel pañuelo que le salvaría la vida a su enamorado, pero no lo encontraba, entró y buscó lo más rápido que pudo, pero antes de que pudiera volver al balcón escuchó un fuerte estruendo y casi tropezando llegó hasta el balcón para encontrarse con aquella horrible escena. La gárgola no había resistido el peso del muchacho y se desplomó junto con él. Aquello era más que horrible, era una mezcla entre cantera y la sangre del hombre.

 

No pasó mucho tiempo antes de que una multitud se reuniera en el lugar y comenzara a preguntarse el motivo del joven para realizar tal horror. La mujer desconsolada cerró su balcón y llena de remordimiento y dolor se tiró a llorar por no haber sido capaz de salvarle de alguna manera la vida a su enamorado.

© 2023 por El espectrador. 

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